¿Alguna vez te has preguntado quién ha elaborado tu computadora? ¿Quién ha ensamblado tu teléfono o tus pantalones de mezclilla? No, no es una máquina; aunque no lo creas la manufactura industrial sigue siendo un proceso realizado por seres humanos, aunque se traten de “automatizar” los ritmos de trabajo. En las industrias maquiladoras las personas pasan a un segundo plano, y los objetivos principales son el rendimiento y la optimización de los recursos productivos. Para poder llevar a cabo producciones masivas a bajo costo, las industrias maquiladoras han fragmentado el ensamblaje en procesos transnacionales (por ejemplo, una parte del producto se hace en Asia y luego se ensambla en Latinoamérica) y han construido nuevos espacios de acumulación capitalista donde se rigen bajo sus propios términos, protegiendo el capital sobre la calidad de condiciones laborales o siquiera del producto.
Mucho se ha hablado sobre el caso de las industrias en China o el drama de la explotación en barcos en aguas internacionales, sin embargo, estos escenarios se vistan como distantes y ajenos a nuestra vida cotidiana (a pesar de que nuestro celular se haya hecho ahí). Sin embargo, en México contamos con nuestros propios espacios geográficos del capitalismo neoliberal.
Las zonas francas, también conocidas como EPZ (por sus siglas en inglés) o Zonas de Procesamiento Exportador, son zonas cerradas con puntos de accesos controlados donde se goza de beneficios tributarios (excepción de pagos de derechos de importación, impuestos, etcétera).
Estas zonas normalmente se establecen con el objetivo de atraer inversiones (normalmente extranjeras) y promover el “desarrollo” económico de la región. En las zonas francas con frecuencia se instalan industrias maquiladoras, plantas procesadoras o almacenes para mercancía en tránsito. De acuerdo con la OIT la industria de la maquila produce artículos de exportación por valor de 5.000 millones de dólares al año, lo que corresponde a más del 30 por ciento del total de exportaciones de México. Las maquiladoras han operado en México desde 1965, pero es hasta con NAFTA en 1994 que se crean más de 1.2 millones de empleos.
La fuerza de trabajo de las Zonas Francas son sobre todo mujeres, aún más frecuentemente en los sectores de confección, en el cual más del 90% son mujeres. Las mujeres empleadas vienen normalmente de pueblos pequeños o áreas rurales. Las maquiladoras normalmente contratan a mujeres para posiciones que no requieren experiencia previa o habilidades específicas, de la misma manera las fábricas consideran a las mujeres empleadas de corto plazo. En las maquilas se disuade a las trabajadoras acerca de la sindicalización, se les amenaza con despidos o con ponerlas en la lista negra.
Las Zonas Francas no son algo extraordinario, son una tendencia actual, global y dominante. Antes de preocuparnos por comprar lo “más barato”, tratemos de pensar en la clase de industria que estamos apoyando. En las maquiladoras no trabajan “máquinas”, sino seres humanos, y aunque no podemos cambiar por completo la estructura del mundo, sí podemos, poco a poco, apoyar otras formas de producción, y advocar por los derechos laborales y una calidad de vida digna.